No solo es oro lo que reluce

Un amigo es como un tesoro, difícil de encontrar pero imposible de perder.

Dicen que los grandes amigos se cuentan con los dedos de una mano, y esa afirmación es verdad porque hay muy pocas personas que en un momento dado sacrifiquen algo por ti, esos son los llamados amigos de corazón.

Entre uno de esos privilegiados dedos se encuentra una persona, un chico que estuvo en mi colegio durante diez años y no habíamos hablado nunca, hasta que en primero de bachiller nos pusieron juntos en la misma clase, y congeniamos en seguida.

Él es un tío humilde, con buen sentido del humor y con facilidad para llevarse bien con la gente; aunque para mí es mucho más que eso.

Es una persona que siempre me ha echado una mano cuando yo tenía problemas; una persona con la que siempre me lo he pasado en grande tanto en el colegio como fuera de él, ya sea en el cine, en un parque, dando un paseo o saliendo de fiesta; he vivido una de mis mejores experiencias en su compañía, que fue el viaje de fin de curso a Italia.

Con mi gran amigo también he conocido a muchas personas que son importantes en mi vida, pero sobre todo destaco una cosa por encima de todo; cuando yo le conocí, éramos ambos unos niños a los que todavía nos quedaba un mundo entero que nos queríamos comer; durante esos dos últimos años del colegio vivimos grandes momentos que nos hicieron crecer y convertirnos en lo que somos ahora: dos personas que han aprendido que las grandes ocasiones de la vida hay que disfrutarlas al máximo.

Por cierto, para los curiosos,mi amigo se llama Raúl, pero dudo que eso importe realmente.